El diccionario de la lengua de la RAE define la agricultura como «el arte de cultivar la tierra».
Desde hace años la agricultura ha dejado de ser una labor artesanal
para convertirse en una actividad global en la que deben convivir la sostenibilidad económica,
la medioambiental y la social. La agricultura se enfrenta por lo tanto
al enorme reto de alimentar a una población cada vez mayor -se calcula
que en 2050 la población mundial se situará en 9.200 millones
de personas- preservando la sostenibilidad del planeta. Actualmente
este enorme reto solo es posible incorporando las últimas tecnologías.
Gracias a la mejora de semillas y las prácticas agronómicas los
rendimientos por hectárea se han multiplicado. En 1950 una hectárea daba de comer a dos personas.
En 2005 era capaz de hacerlo con más de cuatro y se estima que en 2030
esa misma superficie podrá alimentar a cinco individuos.
En los países desarrollados está cada vez más extendido el
uso de soluciones tecnológicas para lograr una agricultura sostenible
que lleve a la máxima eficiencia en el uso de recursos naturales (agua, suelo, energía, fertilizantes)
y que, además, ofrezca un ahorro de costes. Se trata, en suma, de
duplicar el rendimiento sin multiplicar el uso de recursos. Algunas
multinacionales como Syngenta o Monsanto,
se gastan en I+D+i, respectivamente, la friolera de 1.850 millones de
dólares y 1.517 millones de dólares anuales, o lo que es lo mismo: 5 y 4,2 millones de dólares al día.
La nueva agricultura es mucho más que elaborar un producto
Las sembradoras y tractores
disponen hoy en día de tecnología GPS que les ayuda a moverse con toda
precisión por el terreno. El sistema de autoguiado proporciona numerosas
ventajas como la de ahorro de insumos.
Reducen el número de zonas solapadas en las diversas pasadas entre un 8
y un 12%, con el consiguiente ahorro de gasóleo. Otras mejoras son que
se puede trabajar a cualquier hora del día o de la noche (más eficiencia en el tratamiento con insecticidas), o en condiciones climatológicas adversas como niebla, polvo, etc., trabajan a mayor velocidad, precisión y seguridad, lo que reduce las maratonianas jornadas durante los periodos de siembra.
Agricultura de precisión
Estos avances tecnológicos han permitido desarrollar la
agricultura de precisión, que busca una mayor eficiencia en el cultivo
mediante la gestión agronómica. Esta técnica combina una administración
eficiente con la rentabilidad de las explotaciones. No sólo emplea el guiado automático, sino que ofrece un amplio abanico de aplicaciones tan variadas como la documentación, capaz de reflejar en un mapa las diferencias de producción de unas zonas a otras para en años sucesivos aplicar únicamente las cantidades necesarias de fertilizantes. Es capaz de realizar dosis de siembra variables y hacer pasadas por el mismo sitio tras cada tratamiento, evitando dañar el cultivo.
John Deere ha desarrollado el sistema de telemetría
(JDLink), capaz de controlar las operaciones de toda una flota de
maquinaria, registrando desde la posición de la máquina hasta los
consumos a lo largo de la jornada. En ganadería, con el sistema HarvestLab se obtiene la concentración de azúcares, proteína y fibra
que contiene una muestra de forraje a la vez que se recolecta, con lo
que los ganaderos pueden ajustar en tiempo real los contenidos aplicados
en las raciones diarias.
Con el fin de rentabilizar al máximo una parcela, se llevan
a cabo estudios sobre el terreno en los que se recogen una serie de
datos con los que se elabora un «software». Este programa informático se
incorpora a los tractores y sembradoras para llevar a cabo una siembra a
la carta: se adapta tanto la densidad del cultivo
como la profundidad del mismo, según las características del terreno.
Esta técnica lleva tiempo desarrollándose en Estados Unidos.
Estas novedosas técnicas no se usan únicamente para la
siembra, sino también en la recolección. El sistema Enocontrol,
desarrollado por New Holland, realiza una vendimia mecanizada
diferente según la información aportada por el enólogo de las distintas
zonas y calidades de la uva, en función del suelo, la topografía, el
microclima o la salud de la vid. Estas sofisticadas vendimiadoras
incorporan -además del GPS y la teledirección- sensores meteorológicos y
ambientales.
De este modo, la máquina es capaz de diferenciar y recoger
los distintos tipos de uvas y separarlas en diferentes tolvas. Esta
misma tecnología permite realizar los tratamientos fitosanitarios, la poda en verde o el abonado.
El objetivo de este sistema es aumentar la calidad y, por tanto, el
precio, ya que si bien el coste del uso de Enocontrol es un 12% más
caro, el precio del vino podría incrementarse entre un 20 y un 25%.
Menos emisiones de CO2
Cuando el cultivo está en fase de crecimiento no se pueden aplicar herbicidas. Cultivos como la soja
solo son más rentables gracias a las variedades tolerantes a
herbicidas, ya que junto a este cultivo proliferan malas hierbas que
ahogan la planta de la soja. Antes, se solucionaba el problema arando
mucho, lo que conllevaba pérdida de estructura de la tierra. Además, cuanto más se rotura la tierra mayor cantidad de CO2 se emite a la atmósfera.
Tanto la mejora convencional de semillas como la
biotecnológica emplean maquinaria muy sofisticada, que permite hacer
mediante marcadores moleculares la selección de las mejores semillas,
según las características buscadas (mayor rendimiento, resistencia,
etc.). Robots de gran precisión, denominados laminadoras, extraen una parte de la semilla, sin alterar el germen para que éste sea viable.
En otras ocasiones se buscan mejoras que no están en una
determinada planta y mediante transgénesis se incorporan genes para
mejorar el nivel de producción haciendo el cultivo resistente a las plagas de ciertos insectos o a la sequía
o aportando mejoras alimenticias como el «arroz dorado», con vitamina
A, o soja con alto grado de ácidos oleicos, empleado en la India.
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